sábado, 18 de febrero de 2012

CARCELERO

Mi encierro duró cinco años. Podía salir y entrar, pero no salía. Podía acercarme y hablar, pero me quedaba separado. Fingiendo que a nadie necesitaba. Podía decirle algo a una chica bonita, pero solo en mi interior se desarrollaba la historia. No había nada en esa aridez. Que me pasó esos años. Qué temor o vergüenza se apoderó de mí.me da miedo volver a aquella cárcel que me impuse. A odiarme tanto como para quitarme la vida. Pero ahí sigue el enemigo. Ya he empezado. Me quedo en casa con mis cosas. No me apetece salir. Y no sé si después de tantos años puedo ya habitar sin temor mi soledad. Si esa soledad de ahora es distinta o vuelve el carcelero. Si soy yo quien la quiero o es mi sombra.

2 comentarios:

  1. Si eres tú quien la quiere, la soledad te dará paz, sosiego, como una expansión en el pecho. Si es el enemigo interno que nos machaca a veces, sentirás desasosiego y malestar. A ese, ni agua!!!! Se le reconoce por cómo te deja: hecho polvo.

    La soledad, cuando es de la que necesita tu alma, te hace sentir más unido a todo, no separado.

    Un fuerte abrazo (en contacto con la naturaleza la soledad tiene otra calidad)

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  2. Sí, es esa soledad que dices, Elvira. Estoy muy sensible ahora a la naturaleza, a su ritmo lento. Vida slow. Esa paz que dices y que está ahí, en la naturaleza. Entrar en oración es entrar en esa paz. A eso aspiro ahora. A dar la espalda al que apura, al que inquieta...e ingresar en esa paz del corazón. Por lo que me dices veo que este camino ya lo has hecho tú. Un abrazo y gracias por tu acompañarme.

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